En el caso de Ortega, pues no conozco tan a fondo la realidad venezonala, este comportamiento se extiende hacia otras áreas de mayor contundencia e impacto directo para los nicaragüenses. Sus promesas, por ejemplo, son demagógicas y fantasiosas, lo que per se no constituye una mala acción, pero sí en un insulto cuando predica lo que no practica. Así entonces ha prometido cero desempleo, pero contrariamente ha despedido a la mayoría de los que trabajaban en la antigua Casa Presidencial. Ha prometido transparencia y el Consejo de Comunicación y Ciudadanía que preside su esposa Doña Rosario Murilla indica en las misivas que la información se trate con carácter confidencial. Y de esa forma podemos seguir enumerando contradicciones que evidencian la falta de congruencia entre lo hablado y actuado por el Excelentísmo Presidente.
Para demagogos ya hemos tenido suficiente, desde uno cuyo gobierno predicaba que se dedicaban a "obras y no palabras" hasta otro que quiso ser el mejor presidente de Nicaragua, pero terminó enredado en apadrinamiento a posibles y tangibles corruptos.
Debe entonces, el Comandante Ortega, tomar un rumbo que acerque sus acciones con sus intenciones. Puesto que las intenciones declaradas en su campaña fueron las que le dieron esperanza al 38% por de la población que votó por él. El 62% restante ya se esperaba estas incongruencias, pero por la estabilidad en todos los planos posibles, es mejor que el Presidente enderece el rumbo en el sentido correcto.
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